Medico Torres Daniela
Este 2020, la humanidad fue atravesada por uno
de los acontecimientos más impactantes de los últimos tiempos, una pandemia. Esto
nos afectó y nos afecta en todo sentido, ya sea en la salud, la economía, lo
político (cada país ha tomado sus medidas al seguir las directivas de sus propios
presidentes). También en lo educativo, hubo grandes cambios, ya que la escuela
pasó de lo presencial a lo virtual. Esto significó una gran adaptación, no solo
de los docentes, sino también por parte de los alumnos, quienes, debemos
reconocer, no conocían esta forma de trabajar.
En este sentido,
en Argentina y demás países seguramente, tuvimos que aplicar una de las
exigencias educativas de Paulo Freire (“Pedagogía
de la autonomía”, 2008), la del buen
juicio. Con esto me refiero a, que, como docentes, tuvimos que evaluar
nuestra práctica, tomar decisiones con respecto a la forma de hacer escuela. Además,
que debimos tener muy en cuenta las condiciones sociales y económicas en las
que viven nuestros alumnos. No creer que por enviar tarea, ellos la van a
realizar tan fácilmente; una, porque no estamos a su lado para ser mediadores
de los contenidos; otra, porque cada uno atraviesa una situación diferente,
como falta de recursos tecnológicos, no tienen dinero suficiente para el día a
día, entre otras muchas cosas que la vida nos pone por delante. Entonces,
tuvimos y tenemos que ser críticos de las realidades de cada institución y de su
comunidad.
Frente a esto, tuvimos que ser tolerantes, ya que los medios de comunicación estaban mostrando
noticias como “no hay clases” como si los educadores estuviéramos de
vacaciones. Aquí exigimos el respeto a
la actividad docente, nos manifestamos en las redes en contra de estas ideas
mostrando que en la virtualidad seguimos
enseñando y que seguimos luchando
por nuestros derechos como tal.
Estamos educando, cada institución con
plataformas virtuales diferentes, pero lo hacemos, de manera que lleguemos a
nuestros alumnos, con quienes creamos un lazo que nos constituya como escuela.
Con algunos más, con otros, menos, pero ahí estamos presentes a través de un
mensajito, un video o videollamada. Educamos y los estudiantes se educan en la
participación y en el compromiso. El vínculo
con el otro nos hace humanos, expresa el papa Bergoglio en su carta “A los educadores” (2006). Un vínculo en
el que expresamos amor. Es mediante este sentimiento es que somos ejemplo y
ayudamos a crear prácticas posibles y efectivas.
“Educar es un gesto de
amor”, una
expresión de amor social, cuya empresa nunca será lo suficientemente valorada.
Pero aquí estamos y estaremos, invirtiendo nuestro cuerpo y alma en aprender lo
nuevo, enfrentarnos a lo incierto, mejorar lo que sabemos y construyendo una
educación de la mejor manera posible para seguir siendo escuela.
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